martes, 13 de septiembre de 2011

HARRY POTTER 8. Capítulo 2.

Capítulo 1. El Despertar.
CAPÍTULO 2.
LA GRAN DERROTA.

Hagrid apagó las cenizas candentes de la hoguera en cuanto Harry se llevó a la boca la última cucharada de aquel insustancioso puré.
-Debemos movernos Harry, yo apenas tengo mágia corriendo por mis venas pero tú…podrías atraer visitas no deseadas.
Ambos se pusieron de pié, a todos los efectos parecían poco más que dos mendigos. El semigigante le había dado su roñosa capa a Harry y ahora ambos parecían salidos de un desfile de moda de algún vertedero.
La punta del paraguas de Hagrid era la única luz que iluminaba los húmedos pasillos del Ministerio de Mágia. Harry había estado las suficientes veces en aquel lugar para saber que los pasillos por los cuales le llevaba Hagrid no salían en los mapas oficiales de aquel lugar, pues el nunca los había visto.
-¿Por qué me llevas por aquí?- Le susurró Harry mientras algo en su interior empezaba a crecer, junto a unas palabras que su propio amigo le había dicho hacia unos momentos:“encerrados en Azkaban o convertidos en Mortífagos por la maldición Imperio”. La respuesta de Hagrid no fue suficiente para acallar su creciente desconfianza.
-No quiero que veas… los cadáveres, además, estos pasadizos secretos son mucho más seguros.- El niño que sobrevivió pensó en silencio sus próximas palabras, mientras caminaba en silencio tras su gigantesco amigo por aquella maraña interminable de pasillos.
-Ya soy mayor para no asustarme ante un par de cadáveres, y será mucho más rápido salir de aquí por el camino de siempre.-

Hagrid siguió caminando sin decir nada, su enorme corpachón tapaba casi completamente el camino de manera que a Harry apenas le llegaba una pequeña franja de luz que llenaba de penumbras y alargadas sombras todo cuanto le rodeaba. Al cabo de unos metros se encontraron ante una puerta circular de color caoba, con un sol grabado en oro justo en el centro.

En ese momento Harry empezó a correr en dirección contraria a la que lo había llevado Hagrid. Sus ojos se habían ido acostumbrando a la oscuridad y había intentado memorizar el recorrido, cada giro en el camino, cada cruce. La idea había sido buena, pero sin gafas ni luz Harry se perdió prácticamente en la primera esquina.
Con la oscuridad reinante y totalmente perdido una idea se fue formando en la cabeza de Harry: “Volver con su familia”. Algo le decía que si se internaba en aquel arco otra vez volvería con ellos y esa estúpida pesadilla desaparecería. Ellos ya habían ganado la batalla contra Voldemort así que todo aquello era absurdo, un sueño de mal gusto seguramente producido por las tortitas de Ginny. Estaban muy buenas pero en verano siempre resultaban muy pesadas de digerir.
En otro tiempo seguramente Harry (o mejor dicho Hermione) se hubiera dado cuenta de que ese “Algo que le decía” era un conjuro, o quizá una maldición de aquel arco que una vez se tragara a su padrino. Los pasillos parecieron conchabarse con aquel horrible artefacto y en poco más de unos minutos Harry encontró la salida de aquellos horrendos pasadizos: Uno de los ascensores del Ministerio. Desde allí solo tenía que seguir un pasillo para llegar hasta la cámara donde le aguardaba el camino de vuelta a su vida, a su mujer y a sus hijos.
Y también podía elegir el camino contrario e investigar si su amigo le había mentido. Su corazón le imploraba volver con su familia pero su sentido común y su instinto le decían lo contrario.
Maldiciéndose a si mismo y a la oscuridad reinante tomó el camino más difícil y se dirigió al Hall del Ministerio. Intentó abrir la puerta pero algo se lo impedía, así que Harry forcejeó hasta que el peso del otro lado cedió. Nada más entrar a aquel Hall el niño que sobrevivió tropezó y cayó de bruces, más no contra el suelo sino contra lo que parecían un montón de sacos.
Cuando Harry intentó ponerse en pie ayudándose con las manos notó una fría mano que le hizo soltar un estridente –y ridículo- gritito de miedo al darse cuenta que estaba rodeado de cadaveres. Se llevó las manos a la boca para silenciarse y allí, arrodillado, esperó pasar el tiempo intentando que sus ojos se acostumbraran a aquella oscuridad.
Por desgracia, así fue. En unos minutos los ojos de Harry contemplaban como el suelo estaba lleno de cadáveres de estudiantes de Hogwarts, magos y mortífagos. Aquella visión le estremeció la sangre y apenas pudo contenerse de vomitar el puré de Hagrid, pero aún así se obligó a mirar. Aquella Era la realidad, por mucho que le gustara su vida anterior esta no existía, por mucho que aquello fuera infinitamente peor a cualquiera de las pesadillas que había tenido Harry sabía que era real. La cicatriz de su frente y su propio instinto no dejaban lugar a dudas.
Hagrid no le había mentido. Era el único que le había estado esperando durante todo este tiempo, lo había salvado dejándose literalmente la piel de su brazo en el proceso y él se lo había pagado no confiando en él.
-Muy bien Harry, eres el mejor.- Se reprochó irónicamente a sí mismo al mismo tiempo que algo le llamaba la atención. Una cabellera roja entre aquel suelo plagado de cadáveres.
Caminando entre cuerpos caídos se adentró hasta arrodillarse ante aquel que le había llamado la atención y tomó fuerzas para darle la vuelta.
-Ron…- no pudo decir nada más, pues aún había asimilado que aquel cadáver era el de su mejor amigo cuando vió, bajo del mismo, otro cuerpo al que su amigo había intentado proteger: Ginny.
Como si ver a la persona que más amaba muerta le hubiera activado los sentidos sus ojos empezaron a reconocer a más de los cuerpos que lo rodeaban: La profesora McGonagall, Ojoloco, Parvati Patil y Luna Lovegood habían encontrado en aquella enorme fosa común que era el ministerio de magia su último destino.
Harry empezó a arrastrarse de vuelta a la puerta, pues el corazón le latía desbocado y sus piernas le fallaban cada vez que intentaba reincorporarse.
“Tu nos mataste”, escuchó claramente Harry, la voz era de Luna, aquella dulce voz de pito era inconfundible, aunque el tono y sus palabras de ultratumba le helaron la sangre. Aunque la oscuridad parecía tragarse prácticamente todo comprobó como varias de aquellas figuras se ponían de pié entre la muerte que imperaba aquel lugar. Harry pensó que si caminaban hacia el moriría allí mismo, pues no podría jamás levantar un solo dedo contra ellos, pero no lo hicieron. Permanecieron allí de pié, en silencio y arropados por la oscuridad mostrando a Harry su gran derrota: No haber protegido a sus amigos.

En aquel entonces una luz iluminó la instancia, y Harry se giró a tiempo para ver llegar a su enorme amigo Hagrid con su paraguas.
-Coge una varita y ármate Harry.- Este así lo hizo aunque cuando la levantó hacia el grupo de amigos muertos que delante de él se levantaban enmudeció.
-No puedo hacer nada, eran mis amigos.- Dijo a su enorme amigo, y este refunfuñó.
-Harry, son Boggarts, este lugar esta lleno de ellos.- Aquellas palabras iluminaron los ojos de Harry, momentos después varios Riddikulus sonaban en la sala y lo que habían sido cadáveres eran gnomos vestidos con tutus rosa. Con semejantes esperpentos alejándose de allí Harry se aclaró la garganta y miró al semigigante.
-Lo siento Hagrid no debí desconfiar de ti, es que todo esto es tan extraño. Aún así ¿Por qué no me respondiste a la última respuesta? Eso mi hizo desconfiar más aún.- Hagrid lo miró de soslayo antes de empezar a caminar hacia el ascensor y el pasadizo secreto.
-No quería que me vieras llorar.- Dijo en tono infantil mientras se sorbía la nariz y seguramente reprimía otro de sus gigantescos lagrimones. –Venga salgamos de aquí.-
Harry levantó también su varita para iluminar aquellos pasillos y cuando se detuvieron ante la salida lo que vió en sus manos le arrebató la leve sensación de triunfo que había obtenido.
-Es la varita de Ginny…-
Hagrid tocó con su paraguas el sol que decoraba la puerta de salida. El ronco sonido de la piedra arrastrándose sobre la piedra acompañó las amargas palabras de Hagrid.
-Lo siento Harry, ella no estaba entre los Boggarts.-

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